En esta ocasión nuestra #FotoDeLaSemana llega por cortesía de Fundación Ajaraca, asociación civil encargada de la custodia del amplio acervo fotográfico de la Dra. Ruth D. Lechuga. Puedes visitar esta y otras imágenes en su sitio web (https://fundacionajaraca.org), además de apoyarlos en la conservación y difusión de este maravilloso registro documental.
Ruth D. Lechuga. San Francisco Mazapa, Estado de México, 1989, No. de inventario ARL_N05070_MEX, Original plata-gelatina, 6 x 6 cm. D.R. ® Acervo Fotográfico Ruth D. Lechuga / Fundación Ajaraca A.C.
En la imagen podemos observar a integrantes de una comparsa de Alchileos en San Francisco Mazapa, Estado de México, comunidad aledaña a la zona arqueológica de Teotihuacán. El detalle más llamativo es la peculiar máscara que utilizan los Alchileos, personajes de los que toma nombre la danza, hecha con fieltro moldeado y pintado, unida a una zalea de borrego1 teñida de rojo, naranja o amarillo. Esta sirve de melena y barba al mismo tiempo, de tal forma que el conjunto se convierte en una especie de casco2 que cubre completamente la cabeza del danzante.
El resto del vestuario se compone de una pechera de tela verde y roja, adornada con cintas de fleco, una calzonera bombacha roja sujeta a las rodillas y una gruesa casaca de los mismo colores3. El personaje de la extrema derecha sostiene una bandera; de acuerdo con Julia Martínez de la Rosa, cronista de San Martín de las Pirámides, uno de los danzantes del bando hereje es llamado «Abanderado», es probable que se trate de este4.
Hay un detalle más que puede pasar desapercibido si no se observa cuidadosamente la imagen. Observe al segundo personaje de izquierda a a derecha, justo debajo del fleco de la pechera puede observarse una especie de campanilla. Los Alchileos portan un manojo de cascabeles llamados coyoles (derivado del náhuatl) que suenan al ritmo del baile de los danzantes, simulando los golpes de las espadas durante una batalla5, acompañados de la música de la flauta y el tambor.
Además de los Alchileos, los personajes más numerosos (alrededor de 25), la danza incluye a Pilatos y al Capitán Savario como parte de los herejes. Por los Cristianos se encuentra Santiago, que porta una máscara hecha de metal y lleva un caballito en la cintura, acompañado de sus dos ayudantes, los gallines, interpretados por niños. La representación narra la conquista de Jerusalén por parte de Santiago y los Cristianos, mientras Pilatos y Savario dirigen la defensa al mando de los Alchileos, que representan a los judíos6.
La danza de los Alchileos es una de las más documentadas de entre las que integran el repertorio de Moros y Cristianos en nuestro país, probablemente su cercanía con una zona tan importante como lo es Teotihuacán, contribuyó a este hecho. Manuel Gamio realizó un amplio e importante registro documental en el libro La población del Valle de Teotihuacán incluyendo fotografías e ilustraciones, descripciones de la danza y el vestuario, una breve recopilación de los diálogos (que se siguen realizando en náhuatl) y un acta fechada en 1911 donde vecinos de la comunidad de San Francisco Mazapa, se comprometen a sacar la danza de los Hachileos Españoles en un acta ante el juzgado auxiliar de la comunidad, lo que nos habla de la importancia del acto7.
El nombre de la danza ha sido objeto de varias interpretaciones. Alchareo o Archareo es un personaje usual en las danzas de Moros y Cristianos, incluso uno de los personajes principales de esta danza se llama Alchileo Mayor. La versión más difundida, sin que sea un antecedente directo, es la conformación de un cuerpo militar español en 1946, «los archareos de la cuchilla», llamados así por utilizar el archa; sin embargo, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española8, archa deriva de archeros. Otra versión indica que puede provenir del latín arqueros o del inglés archer9. En todo caso, Alchileo sería una deformación del término.
Los grupos más antiguos de Alchileos están en dos comunidades: San Francisco Mazapa y San Martín de las Pirámides. En San Francisco Mazapa se baila el 4 de octubre (San Francisco de Asís), el 3 de noviembre (San Martín de Porres) y en la celebración de Pentecostés (finales de mayo o principios de junio). En San Martín de las Pirámides el 11 de noviembre (San Martín de Tours) y el 8 de mayo (Ecce Homo). Además acompañan las fiestas patronales en San Sebastián Xolalpa, Santa María Coatlán, San Antonio de las Palmas, Santiago Tolman, San Pablo Ixquitlán y Santiago Tepetitlán1,además de apoyar en la recuperación de la danza en Santa María Palapa, todas comunidades vecinas.
La danza de los Alchileos es exclusiva de la región de Teotihuacán y mantiene una vitalidad importante. Algunos autores lo relacionan, quizá a partir del nombre, con la danza de los Archareos de Guerrero y de los Chareos de Oaxaca, sin embargo no hay elementos comunes entre ellas ; la indumentaria y los diálogos la convierten en una celebración diferente y especial, parte importante de nuestras representaciones de Moros y Cristianos.
NOTAS
LECHUGA, Ruth, “La danza y las máscaras”, en Boletín Biblioteca Juan Comas, No. 33 “Máscaras (Segunda parte), Septiembre-Octubre 1999, Instituto de Investigaciones Antropológicas- UNAM, México, 1999, p. 26.
POMAR, Ma. Teresa, Danza-máscara y rito-ceremonia, FONART-FONAPAS, México, 1982, p. 21.
TOVAR, Leticia, SANTOS, José Luis, “La danza de los Archareos”, en México Desconocido, No. 111, Mayo 1986, pp. 52-54.
MARTÍNEZ DE LA ROSA, Julia, San Martín de las Pirámidez. Danza de los alchileos. Diálogos en lengua náhutal. Danza de los moros y cristianos, 2da edición, Asociación mexiquense de cronistas municipales-Gobierno del Estado de México, San Martín de las Pirámides, 2017. p. 25.
GAMIO, Manuel, La población del Valle de Teotihuacán, Tomo II, Dirección de Antropología, México, 1922. p. 236. Aún cuando no se trata de Moros como tal, Warman nos dice que este término termina por ser genérico para referirse a los enemigos de los Cristianos y puede incluir tanto a los judíos como a los romanos. WARMAN, Arturo. La danza de Moros y Cristianos, Secretaría de Educación Pública, SEP-Setenta #46, México, 1972. pp. 141-142
GAMIO, op cit, p. 217.
Arma ofensiva que usaban los archeros de Castilla, compuesta de una cuchilla larga fija en la extremidad de un asta. https://dle.rae.es/archa . Según el diccionario de autoridades de 1726, el archa es el arma del Archéro.
MOYA RUBIO, Victor José, Máscaras. La otra cara de México, 2da edición, 1982UNAM, México, p. 64-70.
Bibliografía
MOMPRADÉ, Electra L. GUTIÉRREZ, Tonatiuh, Historia general del arte mexicano. Bailes y danzas populares, Hermes, España, 1976, p. 137.
PARRA DE GARCÍA SAINZ, Georgina, ROMANDÍA DE CANTÚ, Graciela, En el mundo de la máscara, Fomento Cultural Banamex, 2da edición, México, 1979. pp. 47-48.
OGAZÓN, Estela, Máscaras. Museo universitario de ciencias y arte, Centro de Investigación y servicios museológicos-UNAM, p. 19-20.
DEL CAMPO LANZ, Sofía, Máscaras mexicanas. Simbolismo velados, INAH, México, 2015, p. 248.
LECHUGA, Ruth, Máscaras tradicionales de México, BANOBRAS, México, 1991. pp. 56-58.
AGRADECIMIENTO
Agradecemos a Fundación Ajaraca A.C. y a Brenda Chávez Molotla, Directora Ejecutiva, por su apoyo y colaboración.
En este #LunesDeLibro vamos a revisar un texto muy importante para el estudio de las máscaras en nuestro país y, a partir del mismo, conoceremos un poco más de las máscaras que se utilizan en las danzas de Moros y Cristianos, todo ello de la mano de la Dra. Ruth D. Lechuga.
Portada Máscaras Tradicionales de México
Ruth D. Lechuga, San Antonio el Doctor, Querétaro, 1977, No. de inventario ARL_N16589_QRO, Original plata-gelatina, 6 x 6 cm., D.R. ® Acervo Fotográfico Ruth D. Lechuga / Fundación Ajaraca A.C.
No es posible hablar sobre las máscaras mexicanas sin mencionar a la doctora Ruth Deutsch Lechuga, coleccionista y pionera en la investigación del arte popular, así como en la documentación de diferentes aspectos de la vida cotidiana de las comunidades, a través de las imágenes que capturó durante sus viajes por varios rincones de nuestro país. Su vasto acervo fotográfico se encuentra bajo custodia de Fundación Ajaraca (https://www.fundacionajaraca.org/) y es un testimonio de manifestaciones sociales y culturales, algunas ya desaparecidas, el cual nos permite conocer un poco más acerca de los pueblos y de su gente.
Antes de comenzar, hablemos brevemente sobre la fotografía que ilustra esta reseña, cortesía de Fundación Ajaraca. En ella podemos observar a la Dra. Lechuga rodeada de personajes enmascarados en San Antonio El Doctor, en el estado de Querétaro. De acuerdo con la información publicada en una fotografía de la misma serie, disponible en el sitio web de la fundación, estos personajes representan a diablos y acompañan las procesiones de Semana Santa. Puede visitar esta imagen dando clic aquí.*
Máscaras tradicionales de México cuenta con una edición y fue publicado por el Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos (BANOBRAS) en 1991, con un tiraje de 2000 ejemplares. La presentación de la obra está a cargo del Dr. Enrique Álvarez del Castillo, director de la institución entre 1991 y 1993, donde manifiesta el interés del banco en difundir y rescatar la cultura del país. Este texto se puede consultar con relativa facilidad en bibliotecas, aunque para conseguir un ejemplar es necesario recurrir al mercado secundario. En Internet puede encontrarse con precios entre los 60 USD y 180 USD más envío; también puede buscarse en librerías de ocasión y especializadas con precios similares, alrededor de $1,300 MXN.
Dentro de las diferentes categorías del arte popular, las máscaras ocupan un lugar destacado ya que no se limitan al objeto en sí mismo, sino que trascienden a partir de su uso en danzas, fiestas y carnavales. La importancia de la máscara queda manifiesta desde la introducción, donde la autora nos menciona que «Cuando el individuo deja a un lado sus máscaras personales, para actuar como exponente de las manifestaciones culturales de la sociedad, la máscara se convierte en revelación de la esencia del grupo que representa. En este momento deja de ser expresión facial individual y se recurre a la careta elaborada especialmente para cada ocasión.«1, es decir, las máscaras se vuelven la faceta representativa de las tradiciones.
El libro abarca en cuatro capítulos los aspectos más notables para conocer la relevancia e historia de las máscaras en México. El capítulo 1, Las máscaras desde tiempos prehispánicos, es corto y nos muestra la transición entre el origen y el uso de las máscaras entre las culturas originarias y los primeros años del periodo colonial. Es aquí, en un momento tan temprano del texto donde queda asentada la importante relación entre la máscara y la danza, al señalar que «Durante las ceremonias religiosas y también en algunas ocasiones festivas se ejecutaban numerosas danzas. En todas ellas se hizo amplio uso de máscaras que representaban toda clase de animales, personas de otras tierras, viejos y muchos más«2. A partir de la conquista de Tenochtitlan, el periodo colonial se recorre en unos pocos párrafos, pero nos detenemos en dos puntos clave para nuestro análisis: la mención de la danza de los Moros y Cristianos, como parte de los festejos realizados por los españoles y su rápida difusión y adaptación por parte de los indígenas; y la imagen que representa a un Moro en una parte del «Biombo del palo volador», exhibido en el Museo de América, en Madrid, España.
El capítulo 2 es el más amplio, no es sorprendente ya que en él se habla de La máscara en el México contemporáneo. Aquí se presentan las máscaras utilizadas en las diferentes danzas y representaciones que la autora pudo ver y documentar directamente. Para abordar un panorama tan amplio, el capítulo se presenta a partir de ejes temáticos: danzas de los viejos, de animales, el tigre (la cual recibe un apartado especial), de homenaje y catequizantes, ciclo agrícola, por mencionar algunas, además de las «Danzas de moros y cristianos y sus derivados» siendo el contenido donde pondremos particular atención.
A partir de la descripción de las danzas de este tipo, la autora propone catalogarlas como el ciclo de infieles y cristianos3, debido a la variedad de temas englobadas dentro de los «Moros y Cristianos», donde la categoría de «Moros» queda rebasada al incluir a los enemigos representados por indios, judíos, diablos, etc., siendo la conclusión en todas ellas la misma: la conversión y bautizo de los infieles y el triunfo de los Cristianos.
A continuación la autora hace referencia a distintas danzas y sus principales características, además de señalar que el nombre con el cual se conocen usualmente tiene relación con algún aspecto determinado de cada una de ellas, surgiendo así los Moros Cabezones, los Santiagueros, los Chareos, Pilatos, Archareos, Alchileos, Medias Lunas, Santiagos, además de los Doce Pares de Francia, entre otros. Si bien las danzas de Moros y Cristianos están ampliamente difundidas en todo el territorio nacional, el texto pone especial énfasis en comunidades ubicadas en Chiapas, Guerrero, Puebla, el Estado de México, Oaxaca, Jalisco y un par de menciones puntuales a Colima, la zona del Bajío y Veracruz.
Al avanzar en la lectura, es posible identificar el uso de varias categorías que nos remiten a la clasificación de danzas propuesta por Arturo Warman en su texto La danza de Moros y Cristianos (SepSetentas, 1972)4, aunque no se menciona explícitamente: espectáculos de masas, ciclo de moros y cristianos, ciclo carolingio5, danzas de conquista, tastoanes y danza de concheros.
Nos parece oportuno señalar una situación ya comentada en nuestra introducción al estudio de las máscaras en las danzas de Moros y Cristianos y que la autora señala expresamente: no en todas estas representaciones se utilizan máscaras. En este sentido habla del caso de las Morismas en Zacatecas y algunas danzas donde muchos cristianos no portan máscaras, o utilizan yelmos, o Santiago suele representarse con el rostro descubierto. Sin lugar a dudas, es necesario mencionarlas aunque no abunda en ellas, toda vez que el tema del libro son las máscaras.
El capítulo 3, trata de los personajes fundamentales para las máscaras, sus creadores. El mascarero y su trabajo nos presenta nombres y testimonios de varios artesanos con los que la Dra. Lechuga tuvo contacto , además de las diversas técnicas y materiales: madera de copal, copalillo y clavelino, entre otras; cuero, cera, papel, cartón y hasta metal son los materiales transformados en las hábiles manos de los mascareros. Su importante labor contrasta con las necesidades cotidianas, donde muchos de ellos deben alternar esta actividad con las labores del campo o sus empleos en las ciudades aunque, poco a poco, la mayor demanda de máscaras por parte de coleccionistas y otros mercados ha permitido que algunos artesanos se dediquen de tiempo completo a su elaboración aunque ello implique la creación de piezas meramente decorativas sin descuidar la producción de máscaras tradicionales para cubrir la demanda local.
De este capítulo llama nuestra atención la mención del rostro pesado que se utiliza en la danza de los Alchareos, en San Martín de las Pirámides, Estado de México. Este objeto se elabora con aluminio y fierro, con un peso cercano a los 5 Kg. En contraste, se tiene el rostro liviano, elaborado en fibra de vidrio y con un peso mucho menor, que se utiliza cuando la danza tendrá una duración larga6. Este cambio en los materiales, de usar fibra de vidrio en lugar de madera, es una muestra de la convivencia entre la tradición y la modernidad.
El rostro de la máscara es el último capítulo del libro, donde se habla de las características y las funciones de la máscara. En este sentido, la autora retoma una de las ideas iniciales del texto «La máscara, como objeto separado de su función, puede ser una obra de arte, una escultura de gran mérito estético. Sin embargo, se trataría de un arte estático, desconectado de su propósito real. Por otro lado, como parte de la indumentaria y en el contexto de la danza, la máscara, aun sin movilidad facial propia, adquiere expresiones diferentes, de acuerdo con los movimientos de su portador «7. Y a partir de esta idea nos expone diferentes tipos: con detalles, sencillas, muy elaboradas, totales, parciales, más grandes que el mismo rostro del portador o incluso, más pequeñas. El cierre del libro es la parte más profunda de todo el texto porque nos adentra en las funciones que las máscaras pueden tener y que pueden abordarse desde diferentes disciplinas y a partir de la experiencia de los danzantes, compartidas en este apartado, por lo que el texto refleja la conexión que tuvo la Dra. Lechuga con las personas que conoció.
Un ejemplo sobre las diferentes funciones de las máscaras, más allá de su uso en las danzas, lo encontramos en el caballito utilizado en la danza de los Santiagueros de Cuetzalan, Puebla. Según Donald Cordry, es un objeto con un matiz sagrado al que se le debe proporcionar agua y maíz mientras se encuentra en custodia del danzante que interpreta a Santiago a fin de evitar su escape del pueblo8.
Si bien el texto se encuentra repleto de narraciones y anécdotas contadas a la autora o vistas por ella misma, es en este capítulo donde se hace un análisis formal y se retoman varios elementos comentados en las páginas anteriores, permitiendo que el viaje hecho desde los antecedentes y uso de las máscaras en el mundo prehispánico hasta la década de 1980, tenga una conclusión y nos permita visualizar nuestras máscaras y danzas con otros ojos. A pesar de la distancia temporal entre la publicación del libro y nuestros días, el texto continúa vigente y es una referencia importante para un estudio sobre este tema, porque como la autora dice al finalizar, estamos hablando de una cultura viva, no se detiene y cambia conforme las necesidades, las creencias y los medios disponibles lo permiten.
El libro está profusamente ilustrado, con 123 imágenes a color y en blanco y negro, abarcando la amplia variedad de temas que hemos revisado. Entre estas fotografías se incluyen: 1 es una máscara de Tastoanes, 2 del Carnaval de Huejotzingo y 8 relacionadas directamente con las Danzas de Moros y Cristianos, incluyendo la mostrada en la portada, correspondiente a la danza de Los Doce Pares de Francia de Mexicaltzingo, Estado de México9.
Al hablar de las fotografías, es necesario dedicar un espacio a una persona importante en la concepción de este material, el Sr. Enrique Franco Torrijos, fotógrafo y amigo de la Dra. Lechuga, de quien se incluyen 39 fotografías en el libro, en su mayoría de piezas de colección o de objetos fijos. Además de su aportación gráfica, redactó la semblanza de la autora, misma que aparece en la solapa. Como nota personal, tuvimos ocasión de compartir una visita con el Sr. Franco y las historias y anécdotas que compartió nos permiten entender mejor su colaboración en este texto.
A partir de la revisión del libro, encontramos un par de detalles que nos parece oportuno mencionar. Las referencias de las imágenes 46 y 47 se encuentran invertidas. La imagen 46 se encuentra en la página 59 y corresponde a la danza de los Moros de Texistepec, Veracruz. La imagen 47 se encuentra en la página 60 y corresponde a la danza de los Archareos. Así mismo, el nombre de la comunidad donde se practica esta danza aparece como «San Francisco Mazapan, estado de México», siendo el correcto «San Francisco Mazapa, Estado de México». Por otro lado, la referencia de la imagen 2, Pintura rupestre, indica que se encuentra localizada en las Grutas de Juxtlahuaca, Oaxaca. Estas grutas se localizan en la comunidad de Juxtlahuaca, en el estado de Guerrero10.
Tal como se comentó al inicio, este libro es una referencia importante y necesaria para adentrarnos no solo al mundo de las máscaras, sino también al de las danzas. Sin volverse un catálogo o un diario pormenorizado de una u otra, nos da elementos suficientes para entender mejor las manifestaciones culturales de los diferentes pueblos y grupos de nuestro país. La obra está respaldada por una extensa bibliografía, por pláticas y entrevistas con varios personajes sin mencionar que es producto de los viajes, las investigaciones y la invaluable experiencia de la Dra. Ruth D. Lechuga.
NOTAS
Pág. 9.
Pág. 15
Pág. 54.
Puede consultar nuestra reseña de esta obra dando clic aquí.
Para Warman, los Moros y Cristianos propiamente dichos, incluyen al ciclo histórico, al carolingio y al de Santiago.
Pág. 122 y 127.
Pág. 131.
Pág. 146. Si bien este cuidado del caballito, no es exclusivo de Cuetzalan.
Además de aparecer nuevamente en el interior. P. 139.
CABRERA GUERRERO, Martha. Las grutas de Juxtlahuaca. Santuario al dios olmeca del maíz, Gobierno del estado de Guerrero, México, 2017, p. 26. Consultado en línea <Recuperado de https://issuu.com/muva/docs/libro_grutas_final.final>
*Enlace actualizado.
Sobre los autores
Ruth Deutsch Reiss, nació en Austria en 1920. En 1939 su familia llega a México buscando refugio ante la persecución que sufrieron en Europa en los albores de la 2da Guerra Mundial. Estudió Medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México y se naturalizó como mexicana en 1954. En 1949 comenzó a acompañar a su padre en sus viajes por el país, recorriendo comunidades apartadas y conociendo su cultura y artesanías, de ahí nace su pasión por el arte popular. Contrajo matrimonio con el Dr. Carlos Lechuga Vergara, con lo que comenzó a ser conocida como Ruth D. Lechuga. Fue directora del Museo de Arte e Industrias Populares, asesora técnica del Fondo Nacional para las Artesanías y secretaria para los países latinoamericanos den el Consejo Mundial de la Artesanía, de la UNESCO. Autora de El traje indígena de México y La indumentaria indígena, entre otros, además de varios artículos. Falleció en su casa de la Ciudad de México el 19 de septiembre de 2004.
Enrique Franco Torrijos, nació en la Ciudad de México en 1930. Fotógrafo. Realizó estudios de Antropología Maya en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Ha escrito y participado en numerosos libros, entre ellos El Insólito Paisaje Mexicano, Kohunlich, una ciudad Maya del Clásico Temprano e Islas, silentes centinelas de los mares mexicanos. Actualmente es Socio Director en Franco Torrijos y Asoc. Editores.
Bibliografía
DEUTSCH LECHUGA, Ruth, Máscaras tradicionales de México, Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos, México, 1991. pp. 157.
Información de las fotografías
Fotografía de la Dra. Ruth D. Lechuga, cortesía de Fundación Ajaraca A.C. Agradecemos a Fundación Ajaraca y a su Directora Ejecutiva, Brenda Chávez Molotla, su apoyo.
Información de las biografías.
Subasta de fotografía, jueves 9 de noviembre del 2017, Catálogo, Morton Subastas, México, 2017, p.22.
FRANCO TORRIJOS, Enrique, Semblanza de la Dra. Ruth D. Lechuga, en DEUTSCH LECHUGA, Ruth, Máscaras tradicionales de México, Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos, México, 1991.